Comentario
Difícil resulta expresar con un único término lo que aconteció en la Europa de los siglos XIV y XV en el ámbito del comercio. ¿Hubo estancamiento? ¿Hubo, por el contrario, expansión? ¿O simplemente cabe hablar de cambios? Ciertamente, hubo un poco de todo. El impacto de la gran depresión ejerció, sin duda, una influencia negativa en el desarrollo del comercio. Los conflictos bélicos, tanto en la tierra como en el mar, causaron asimismo grandes sobresaltos en la práctica mercantil. Mas a pesar de esos obstáculos es lo cierto que el intercambio de mercancías no sólo no retrocedió a finales de la Edad Media, sino que incluso progresó. De todos modos, quizá lo más significativo de esos siglos fueran los cambios sustantivos que se produjeron. Muchos elementos, claves en el comercio de siglos anteriores, declinaron irremediablemente. ¿No fue ése el caso, por ejemplo, de las celebérrimas ferias de Champagne, durante varios siglos columna vertebral del comercio europeo de larga distancia? En cambio entraron en escena nuevos protagonistas, entre los cuales es preciso destacar instrumentos de tanta eficacia como la letra de cambio. Paulatinamente se producía una traslación del centro de gravedad de la actividad mercantil desde el Mediterráneo, la vía tradicional del comercio de la Cristiandad con los infieles y el Extremo Oriente, hacia un nuevo horizonte, el océano Atlántico, considerado durante mucho tiempo como un mar tenebroso.